Lidia había llevado una vida
completamente normal hasta que a los 14 años empezaron a aparecer en ella
síntomas de una enfermedad conocida como neurofibramotosis II. Tuvo que ser
intervenida quirúrgicamente en varias ocasiones aunque resultaron ser un
fracaso. Aprendió a vivir con las limitaciones que le generaba la enfermedad, y
las consecuencias negativas provocadas por las propias intervenciones: tenía
problemas de equilibrio, parálisis facial en el lado izquierdo, perdió la
audición y una úlcera en el ojo le hizo perder visión, aunque tenía restos
visuales en el otro. A pesar del cambio que esto supuso en su vida, Lidia no
dejó de luchar por tener una vida normalizada, y lo consiguió.
Lidia había llevado una vida
totalmente normal hasta que una enfermedad se puso en medio y llenó su vida de
obstáculos, unos obstáculos que admirablemente fue superando. Su vida era una
lucha constante por superar la enfermedad que cada vez le alejaba más del mundo
que ella conocía. A pesar de su lucha, la enfermedad se impuso en su vida, pero
Lidia aceptó su nueva condición y no perdió la ilusión por conseguir todo
aquello que se había propuesto. Acabó sus estudios de Educación Social en la
universidad, aprendió nuevos sistemas de comunicación y se adentró en la
comunidad sorda, además conoció y compartió vivencias con personas con su misma
condición, la sordoceguera.
Es cierto que no valoramos lo que
tenemos hasta que lo perdemos, es entonces cuando realmente lo echamos en
falta. Es normal que el mundo se nos caiga a los pies ante una situación así,
pero lo más importante es saber levantarse, recuperar la ilusión de vivir y
aceptar la realidad para poder superarla.
Muchas veces la realidad nos
supera porque no es como esperamos pero tenemos que aprender a convivir con
ella y a sacarle el lado bueno, a pesar de la dificultad que esto entraña.
Cuando vivimos una situación difícil, las personas de nuestro alrededor no
paran de decirnos que estemos tranquilos, que de todo se aprende, que de lo
malo también se sacan cosas buenas, pero esto lleva su tiempo. Y sí, esto es
cierto, pero hay que vivirlo, hay que sufrirlo, y hay que aceptarlo para poder
superarlo, aprender y crecer a su vez.
El relato de Lidia León hace que
cualquiera se replantee su vida y el valor de sus preocupaciones. Muchos
problemas que frenan nuestros objetivos y que creemos imposibles de solucionar,
se amontan en la cima de una estructura sin cimientos ante una historia como
esta. Nuestros cimientos deberían ser las ganas de vivir, las ilusiones, los
sueños, las metas que queremos alcanzar en nuestra vida y que nos hacen
verdaderamente felices; sin embargo, muchas veces nos olvidamos de eso y
amontonamos cosas insignificantes encima: miedos, frustraciones, desengaños,
etc. que consiguen pesar más que los cimientos y nos hacen tambalearnos e
incluso caer.
Relatar su historia y la
evolución de su problema no solo ha ayudado a que su vida mejore, sino que ha
conseguido hacerse un hueco y dejar huella en todos aquellos que hemos decidido
conocerla, de una manera u otra. Admiro su filosofía de vida, su
capacidad de superación, su constancia en la lucha por conseguir sus objetivos
y la vivacidad de sus ilusiones. Lidia es todo un ejemplo de superación
personal.
Muy recomendable para todos aquellos que nos dedicamos a la educación y que nos apasiona el mundo de la discapacidad.
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